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II- La entrada
Ella junta sus cosas contenta y excitada, y mira hacia abajo buscando el camino
de vuelta. Siente un escozor extraño en la espalda, y cuando mira hacia el
cielo, el viento despierta en ráfagas violentas haciendo rodar la lata
vacía. Los ecos de la lata resuenan en palabras que cree haber escuchado
hace mucho tiempo, y aunque no sepa cuándo ni su significado, su piel se
eriza al recordarlo. Entonces se vira hacia la gruta, enfrentando el viento, y
el piso tiembla en una vibración inaudible que se comunica por sus pies con
sus entrañas casi vacías de comida, produciéndole arcadas a cada
temblor. Intenta en vano conservar el equilibrio, cae al suelo.
Derribada, la
sensación de su cuerpo partiéndose en pedazos es tan potente que se
pierde en un delirio momentáneo en el que su cuerpo
se sumerge en una aletargada conversación con algo más allá de la
terra; pierde el aire de sus pulmones en la lucha, y en la anoxia
temporaria sus manos quedan fuera de control y se pegan al suelo, la tierra una
sanguijuela que chupa su voluntad, el cielo turbulento se ilumina con la lenta
llegada del sol, sus ideas pasan en ráfagas como viento, no consigue
sostenerlas.
Agazapada y entumecida, cae presa de las peores alucinacones:
barcos de revestimento metálico que navegan en un mar oscuro de consistencia
pegajosa, bajo un are rojizo y pálido; seres gigantes y amenazadores que
lloran desesperados en aullidos de terror mientras ven sus construcciones de
siglos desplomándose en estallidos que estremecen la tierra, lanzando
montañas de polvo amarillo y seco; llamas lejanas envueltas en humaredas
azules de las explosiones de las ciudades de Ult'Ghar siendo atacadas por la
Orden Zoog; la expansión muda y lenta de la explosión de un viejo y ya
olvidado planeta que se ve desde un suelo desconocido que reluce ante el
crepúsculo de dos soles gemelos; el esplendor tenebroso de una
construcción ignorada que se cierne en un desierto ámbar; el famoso brujo
de manos de piedra que lucha contra una horda de pequeños y sanguinarios
seres contorcidos en sus propias columnas; los asteroides del cinturón de
Jammuth que pasean silenciosos en el negro absoluto, y que esconden un secreto
horrible que ya fue el fin de muchos exploradores imprudentes; la reunión
de parlamento de los shentoks en las costas del Mar Exterior. Los shentoks...
Un gruñido, una voz cavernosa que repta ladera abajo, que cruje en cada
sílaba formando frases como un alud, despierta en su mente la presencia de un
profundo y antiguo conocimiento que parece renacer luego de cientos de años
de un letárgico existir. La desesperación de verse dominada tan sólo
con la tierra, el viento y principalmente por la vibración ensordecedora,
hace que sus músculos se tiesen hasta sentir puntadas en los tendones.
Se arrastra subiendo hacia una roca plana unos cinco metros
adelante. Transpira en el esfuerzo por salir de la tierra, la tierra que
intensifica su inconcebible poder de succión al percibir la intención.
El sol continúa su camino casi como si no estuviera pasando absolutamente
nada, llenando el mundo con aquellos rayos brillantes y dolorosos. Está
nuevamente en el vacío, y por un momento no es más nadie.
Allá abajo
ve una joven que se arrastra en contorsiones ridículas hacia una piedra,
viaja hacia el sol, hacia el astro purificador, allá donde la luz del sol
es un punto fijo, revoloteando como el mosquito en la lámpara entre las
ondas de luz que desprende el purificador hacia el espacio negro, los puntos
multiplicándose en el fondo negro alrededor del fijo purificador, viaja hacia
el blanco que se contagia en el universo, entre el Gran Nada que se inunda de
luz multiplicándose en contagios blancos entre los puntos lejanos que se
dispersan, navega hacia el universo inundado de negro del Gran Nada contagiado
de luz del sol que inunda de blanco, atravesando oscuro entre rayos del punto
inundado de fijo, sin chamuscar sus alas de mosquito acercándose al
purificador inundado de universo inmerso en negro lleno de Gran Nada, llegando
al oscuro contaminado de puntos blancos que... aaaaaaaaaaaahhhhhhhh!!!!!!!!
Presiente que no sabe más quién es, y el presentimiento la lleva al
cuerpo que reconoce suyo. La invaden recuerdos de cuando fue constatada su
contaminación con hematoprismas, y de cómo, en vez de esperar el
avance de la infección hasta que su corazón explote como el de su padre,
prefirió juntar sus pocas cosas y buscar aquello, aquello que su maestro
buscó hasta la muerte. Y tiene por un instante la certeza de que está
condenada a muerte; pero la misma condena inevitable la impulsa a continuar,
sabiendo que por vivir ya está lucrando.
Ya está a un metro de la roca, y aleja un brazo de la tierra, con el que
empuja el resto del cuerpo hasta estar completamente sentada en la roca. El
corazón se calma lentamente, llevando su respiración a la quietud. El
suelo enmudeció cuando retiró su cuerpo de él, y no oye más que un
eco lejano de lo que era aquella vibración enloquecedora; el viento cesó
como si nunca hubiese soplado. Y mientras un tatú se esconde atrás de un
arbusto para protegerese del sol, la tranquilidad se convierte lentamente en
un sopor y un slencio tan perfecto que le parece artificial. No confía, no
puede confiar ni aún en el silencio, la calma es letal y nuevamente sus
pensamientos se turban.
No hay tiempo que perder; ella toma fuerzas, llena sus pulmones de aire nuevo
y con un grito de rebeldía salta hacia el suelo, corriendo hacia la mochila,
y luego hacia arriba; punzadas en el pecho. Arreglándose las correas de la
mochila, observando las inexplicables mudanzas del paisaje, se le ocurre una
explicación fascinante, lógica y fría sobre su fuerza y su corrida,
y sobre la misteriosa caída libre al vacío del maestro. El
rompecabezas comienza a tomar forma, pero la forma dibujada parece tan
imposible que se estremece, pero las piezas así lo demuestran:
su decisión de venir a esta montaña olvidada, su corrida
asustadoramente rápida, su viaje hacia el sol, la muerte del maestro, la
horrible muerte de su padre atacado por las hematoprismas, las palabras del
maestro: "Aquello nos trae, quiero decir, nos lleva, hasta su esconderijo
dentro de nosotros ...", "... tenés la sensación de ver dos ojos naranjas
y pequeños...". Ojos de shentok.
Las hematoprismas, que destruyeron la
mitad del planeta Shentok, que diezmaron a los zoogs, que su padre contrajo
como representante humano y correspondiente de la guerra entre zoogs y
shentoks, las hematoprismas que
Continúa corriendo, pero las conclusiones sobre su raciocicio la enloquecen,
y su forma de correr
Las nubes se enrojecen del lado opuesto del sol, que está casi en la mitad
de su diario recorrido; una sombra parece cubrirlas por la mitad; es el pico
negro que acaba de aparecer, una montaña hacia donde sus pies corren
prácticamente sin esfuerzos. Y llegando a la cumbre, no hay manera de parar
sus pies. No intenta explicar el por qué de aquel arbusto moverse sin viento,
las nubes enrojecidas por el pico negro, la entrada de la gruta inteligentemente
tallada para imitar un mausoleo o cúpula. Ella camina apresurada en el
intento de controlar sus piernas, y entra en la gruta en la penumbra. Puede
distinguir altorrelieves de formas curvas que parecen representar una
embarcación bajando vertiginosamente hacia una tierra desolada donde varios
pequeños seres le dan la bienvenida. Los altorrelieves continúan pero
la luz escasa impide ver su continuación.
Mientras camina aprofundándose en las entrañas de la gruta, ella descubre
con asombro que el terreno continúa subiendo. Pero la fuerza que no la deja
parar era tan imperceptible que había creído
La oscuridad es completa, no consigue intuir la altura de la caverna, mucho
menos su ancho. Toca la pared izquierda, mojada y caliente, y espera que sus
pupilas se acostumbren a la oscuridad para continuar.
Camina despacio un par de
metros, una humareda entra en su nariz y le acaricia el rostro, causándole
un profundo malestar al respirar, y para instantáneamente.
Unos metros más adelante aparecen luminiscencias amarillas como fuegos
fatuos. Tal vez los efluvios que le ocasionan ese malestar provengan del
extraño resplandor. O tal vez de una nueva manifestación de la
menstruación, pero a este punto le es difícil sentirse enteramente
humana, todavía más mujer. Escucha un eco perdido que le trae la idea de
un murmullo constante, como si corriera agua bajo sus pies. Las gotas de
transpiración de las paredes se mezclan con las suyas, formando una
sustancia pegajosa y repugnante, pero no se anima a soltar su única
referencia de este mundo de tinieblas y humedad lactosa. Ya con la visión
más nítida, consigue definir el resplandor como reflejos de un fuego
invisible. Da un otro paso y con sorpresa ya no encuentra suelo, tropieza en
la cornisa invisible y al caer tiene la suerte de asirse a una proturberancia
rocosa. La mitad del cuerpo que pende en el vacío se contamina de aquel
vapor tibio y pastoso. Ahora que mira hacia abajo del abismo comprende que el
resplandor que veía unos metros adelante suyo es el reflejo del fuego
infernal que es el
final del abismo. Retira su cuerpo del pozo y descansa en la cornisa. Tanteando,
busca algún paso hacia el otro lado. Descubre apesadumbrada que llegó a
la otra pared sin haber encontrado un camino. Un salto le parece locura, ya que
ignora el tamaño exacto del pozo, y peor aún, su profundidad; no pudo
ver más que un pequeñísmo punto de luz en su centro.
Su corazón acelera un poco y su conciencia comienza a flaquear. Temiendo que
su tontura -debida seguramente al vapor amarillento- le haga perder equilibrio,
se arrastra tímidamente unos metros atrás. Calcula el ancho total del
abismo que flanquea su paso usando las luminiscencias que aparecen de vez
en cuando. Y observando las paredes que la circundan, llega a la terrible y
esperada conclusión de que el abismo es efectivamente el final del camino.
III- El descenso
Parece estar fatigada de todo, su paciencia acabó. Inundada por la
desesperanza, se pregunta cuándo comenzará el camino de vuelta. En un
raro momento de lucidez, retira la mochila de su espalda y sin reverencias la
arroja al pozo. Mientras pasan los segundos interminables, sus manos,
empapadas de sudor y de aquella sustancia que supura de las paredes, inician un
nervioso temblequeo acompañando los espasmos de su cuerpo. No llega el menor
sonido del fondo del pozo ni aún después de un minuto de espera irritante.
El resplandor macabro continúa a reírse de su desesperación.
Cansada de su viaje a ningún lugar, se levanta e inicia
Sube a tientas, a veces mirando hacia atrás, hacia la puerta de la gruta, y
desesperada comprende que camina hacia el abismo, seguido de un ente amorfo
y ultraterreno. Se para lentamente y se da vuelta, como una muñeca arriba
de una cajita de música, música monocorde en golpeteos que ametrallan los
cerebros más resistentes. Camina lentamente hacia atrás, su cara blanca,
el sudor resbalando por la frente, una constante presión que apretuja su
estómago. Consigue avistar una sombra aún más negra que la oscuridad y
se le escapa un alarido. Puede sentir el volumen del cuerpo informe
balanceándose a cada terrible paso. Los contornos de aquel cuerpo poseen
una luminosidad azulada, y suelta un hedor pestilente.
Ella imagina que no es
más que la fusión de muchos cuerpos de seres ya muertos quién sabe
hace siglos, apiñados como una masa de carne sin contornos definidos. Sus
pies se forman a cada paso, como simples saliencias maleables. Y continúa
caminando hacia atrás; peor
que verlo es oír su canto monocorde y ensordecedor, hipnotizante y
quejumbroso, como un largo lamento. Aquella presencia pulposa con sus
múltiples voces salidas quién sabe de qué orificio desatan por fin
el último cordón de raciocinio, y se siente quebrada por dentro,
Mirar hacia abajo es observar un ojo blanco que toma cuerpo y se extiende con
extrema calma. Debería estar desesperada de saber que cayó al abismo, o
de haber visto aquello que estuvo buscando sin saberlo toda su vida. Pero la
caída vertiginosa parece haberle traído la paz que esperaba encontrar,
y aquello ya no puede darle miedo. Se ríe de la ridícula situación en
que estaba hace un momento: de un lado un abismo,
del otro un monstruo. Por qué
creyó en esa história de terror barata? Inexplicablemente llegan a
su mente recuerdos que no ocurrieron en su cuerpo, la vida de un shentok en el
desierto, un viaje fugaz por tubos azulados y rojizos, las banderas de la
Orden Zoog, un cielo pálido en la Antártida. Y cuando mira hacia abajo,
se siente una hematoprisma viajando por la arteria de algún desdichado;
los recuerdos ajenos que invaden su mente y la realidad espacio-temporal parecen
entrar en conflicto supremo. Y mientras la luz hace refulgir las paredes en un
tono ocre, allá abajo el círculo blanco se agranda cada vez más. No
sabe dónde esto irá a parar, pero ya perdió el sentimiento de ser
una mujer de ventiocho años infectada por hematoprismas, y todas las vidas
por las que las hematoprismas pasaron, sus propios recuerdos y de las otras
víctimas se confunden y se igualan, hasta, sin saberlo, estar libre de su
isolamiento de ser lo que fue; y aquel blanco que la había llamado, ahora
la engulle, la envuelve y la hace suya, la hace nada, la hace todo.