Un Hambriento tomó un palo ardiente en la punta y se dirigió hacia mí para cegarme un ojo.
Grité, lloré, las lágrimas estaban calientes por la rama encendida junto a mi mejilla; pero los Hambrientos pararon de reír y me miraron cuando el líder apartó la rama, y gritó severo.
Para distraírlos y enseñarlos, el líder les mostró como defenderse usando palos, casi del tamaño de él mismo.
Creo ahora que habría sido mejor morir en ese mismo instante, pero en ese momento deseaba vivir, y creía que, en algún momento de distracción, podría escapar.