Y misterioso era su canturreo meliodoso. Aún los que no lo miraban directamente, escuchaban el canto mirando para abajo, y meciendo la cabeza de vez en cuando. El líder pronunciaba serio un canto poblado de paradas, entonaciones. Gutural pero silibante, meliodioso pero monótono, y sin chillidos.

Ya vi rituales de los Hambrientos, pero nunca había prescenciado un ritual tan desprovisto de imaginación, tan aburrido. Hasta algunos de los Devoradores que me siguieron se dormían de puro tedio.

Y además lo que hacía este Hambriento era sólo canturrear, sin ofrecer cerdos a los dioses, ni tomar bebidas sagradas, ni abrir entrañas de animales.

No me gustó nada, primero porque no entendí, y lo que no entiendo no me gusta.